...El agua centellante que corre por los ríos y esteros no es meramente agua, sino la sangre de nuestros antepasados.

     ...El murmullo del agua es la voz del padre de mi padre.

 ... El suelo bajo mis pies, ceniza de mis abuelos.

Seattle, de la tribu Swamish

Tales sentimientos no afloran del limitado marco de una conciencia simplemente "normal".
Su mirada tan profunda viene asistida de otras fuentes de vida.
Y pareciera ser el terruño, el ámbito que hace patente sostener natural esa mirada.

Celebratoria de esfuerzos que van sumando armonías. Haciendo posible, que superposiciones de tumbas y secretas memorias regalen en naturaleza, el capital de gracias de una cultura heredada de la dulzura; hoy endurecido cristal de infinitos sacrificios.

Cuyo acceso es natural por el sólo haber nacido. Aunque la conciencia accede a él, sólo después de haber muchas pérdidas sufrido.

En las más grandes desestructuraciones se forjan en soledad, de muy antiguos capitales de gracias, cadenas de eslabones de resurección, que alcanzan a cubrir océanos de dolor y pérdidas de identidad; para regalar suertes a nuestros trabajos afectivos; enriqueciendo toda memoria.

Esta tarea no se desarrolla en los planos críticos de la razón y su diseño. Toda ella es materia eurística alimentada desde una fuente por años ignorada. De identidad que excede lo que entendemos por personal. Excediendo incluso lo que llamamos espiritual. Aunque, gracias al ánimo que regala el espíritu, vamos al encuentro de ella.

Fuente, arca acumuladora de todas las hebras de sacrificio que la cadena de afectos humanos, en divino capital de gracias atesora.

 
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El Eremita