Estas fotos van mostrando las secuencias de mi obrar, ganando en libertad sin perder identidad.

Este tema de la identidad en arquitectura me resulta válido pues las razones y funciones han acabado con ella. Cuando no son “american beauties, son shoppings o arquitectura cartel como me ha dado en llamar a algunos de estos proyectos; que si bien ajustados a razón, siento que nacieron muertos. Veremos cuánta mayoría de edad alcanzan sus aprecios.

La primera de las obritas en una pequeña loma es mi casita. En verdad no fue hecha para mí, sino para hospedar ese vitral.
Aun así quedó espacio para alojar mis pertenencias y no pocas herramientas.
Es sin duda en extremo austera. Dos plantas. Y un lenguaje, que si bien no proyectado ha quedado relacionado por su angosta tipología con aquellas construcciones prerrománicas asturianas de mucho mayor envergadura. Matriz de los desarrollos de viviendas domésticas europeas donde la influencia benedictina ha tenido lugar.

La segunda de ellas construida para mi hijo Sebastián ya tiene otra resolución plástica de mayor libertad. Aun cuando al concluirla me desasnan para enterarme de que eso se aproximaba mucho a una “pallaza”. Preguntando que era eso me apuntan a la casa celta. Bien anteriores a Cristo y algunas sobrevivientes.
Allí entonces recordé a mis abuelos maternos gallegos.

La tercera de estas que aquí se muestran ya tiene ganada la mayor libertad expresiva.
Una grabadora amiga me da a elegir entre varios dibujos eróticos relativamente abstractos, regalo que debía aceptar la condición de un buen marco personal.
No tuve necesidad de elegir, pues en un instante vi la casa de la mujer amada.

Recuerda esta obra a una mujer echada de cúbito dorsal y su entrada por una bella puerta en medio de esas cálidas curvas es de imaginar.
Todos esos techos aparecen cargados de reminiscencias celtas en irrefrenable libertad.
Tan apasionado como ellos.

 


La casa de mi amada en el Monte Caramelo
   
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Mi pequeña casita en el Monte Lu La pallaza de mi Hijo Sebastián Pisos de la casa roja La casa de mi Amada en el Monte Caramelo