“Este austero logotipo acerca referencias de dónde andaba mi Vida hace algo más de cuarenta años atrás. Dedicado a la imprenta, colaboraba ya en el diseño gráfico de los libros de la nueva editorial. Su carácter no denota precisamente connotaciones con la moda de entonces. Tampoco con la de ahora. La materia que asiste a ese logotipo y el lenguaje que asiste a esta página, descubren sendas personales que apuntan a ralentar las prisas con que habitualmente entramos en la web. Estas prisas suelen verse asistidas con superposiciones de imágenes, multiplicación de cuadros y reafirmaciones en marcos que no advierto necesarias para la conveniente atención de estas lecturas, solicitando menos distracciones. Aun cuando esta presentación aparece voluminosa, ésto no es un bazar.

No estamos acostumbrados a leer libros en la web. Pues entonces hagamos algo para estimular ese placer sin necesidad de bombardear nuestra atención con zeppelines navegando en nuestra pantalla. La lectura de un libro y la de un diario o catálogo de verduras merecen diferenciarse.

Ese par de fotografías a ambos lados del logotipo que nos vinculó a esta lectura hablan de los 45 años sacando fotos y ahora procesando en los laboratorios digitales con gran placer. Los conocimientos adquiridos en aquellos años para asistir las tareas de reproducción gráfica hoy se ven asistidos por el ojo dulce y la mirada repentina hacia tantas cosas regaladas que rodean nuestra Vida en este lugar.

Montando la escultura de diez metros acercamos referencias del entorno inmediato a este espejo de agua que refleja las galas de muy antiguas arboledas. A tanto, que figuran bien dibujadas en aquellos planos con altimetrías que el Instituto Geográfico Militar publicara en 1905 en escala 1.25.000, rescatando sus ya entonces crecidas entidades.

Todas las esculturas que aparecen en las imágenes no apuntan sino a referenciar indecibles de tantas cosas sufridas y amadas; que al no poder expresar en narrativa alguna durante décadas, salieron sin pensar al cruce de estímulos que sin duda sostuvieron mejor afirmada mi memoria. Hoy y también mañana, huellas del espíritu que asistió mi hospedaje en este lugar.

Paisajes comenzados a construir por aquel recordado Manuel de la Cruz, morador ya en 1695. Su familia habría de conservar estas tierras durante un cuarto de milenio.
Es así bien fácil estimar cuántos afectos resguardados asisten nuestros naturales desvelos en este particular terruño; ¡y cuánto debemos a ellos!

Es fortuna poco comparable tener conciencia primaria y sensible de sus permanencias.
Y por ello, no lograríamos actuar ajenos a esa base de afectividad que nutre toda nuestra tan elemental tarea en forma menos poética”.

Amor al Huerto

 


Desde lo alto de "A nuestros hijos"
Volver al Home                               anterior
Galería fotográfica Alflora Galería fotográfica Alflora