Así reunidos, estos tantos y variados textos alcanzan en conjunto y en separado abundante caos. Caos que aprecia ordenarse en su misma urgida enunciación, para así garantizar que nada de él ha cambiado. Sigue siendo lo que es y lo que durante un cuarto de siglo ha sido, aunque lo intenten envasar en un corsé de bendiciones o de patologías.

Si la alegría me acompaña cuando sigo estas sendas casi siempre perdidas, no sólo no las sentiré perdidas, sino que agradezco a quien me anima, no me corrija; no me alcance otro estímulo que me saque de estas casillas.

Resulta necesario para alcanzar coherencia ir hasta el final cada día que te inspiran, sin importar si esa bola que rueda encendida merece por su propio caos, nombradía.

Que en ese regalo de expresar está su orden.
Que cuando te dan caos, te lo ordenan; te lo mandan,
¡¿y cómo lo impedirías?!
Trabaja con el cuerpo y el alma para acompañar ese día.

Ese es el orden que conoce el caos: el salir corriendo poniendo todo tu empeño y alegría. Que aunque hubiera dolor ya la mecha de la Vida está encendida.

Si alguien lograra imaginar el bien que me regaló la santa pateadura, cómo no hablar de ese caos y todos los que siguieron, como los de una santa maravilla.

Ese es el orden del caos. No el cosmos. Sino su mandarte al caraxo o al cadalso; allí a lo alto, para vivir tu chifladura.

No tendría sentido echar sobre las ediciones de una Vida, el agua de otro que alguien imaginara bendecida. Tampoco esta.

Amor al Huerto
Francisco Javier de Amorrortu
Francisco Javier de Eitzaga Amorrortu

Estas líneas me resultan apropiadas para dar entrada a la seriedad y mirada creativa de dos jóvenes amigos;

y a una maravillosa estela que me alcanzaron desde India.

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