A la memoria rural 1 . 3 . 4 . 5 . . . . ir a ciudades invisibles Luego de unos meses en calma hube de volver a mis andadas. Me quedó zumbando el deseo de volver a encontrarme con aquellos maravillosos fantasmas que permanecen olvidados en los archivos de Geodesia. Gracias a cuidados muy afortunados allí están esperando para asaltarnos, al menos, a quien se hace amigo de sus emociones. Lo que estimaba y deseaba: alcanzar a cubrir otros 100 años del pasado, me fue regalado de un salto. Información abundantísima; llena de entretejidos familiares que no hacen sino fortalecer la presencia activa y perdurable "¡242 años!" del linaje de la familia de "Manuel de la Cruz" en estas tierras. Relatar así, desde el presente hacia el pasado, puede parecer desordenado, falto de método, heterodoxo; y váya uno a saber, cuántas más calificaciones… pero soy absolutamente sincero. Con toda ingenuidad me metí en ese archivo y así me sucedió. Fue como leer un libro desde el final, pero… cuya profundidad, la de sus tramas, sólo se develaba remontándose así, desde el presente hacia el pasado; con esa cuota de ansiedad, de deseo, que ellos mismos fueron sembrando. Es la primera vez que hago ésto de recorrer el pasado de esta tierra. No poseo técnicas que aseguren resultados. Por cierto que me siento depender más de ellos, de estos maravillosos fantasmas, cargados de identidad, que de mí. Seres, cuya esencia preservada en ese capital de gracias que fuera su propio trabajo y su apropiadora afectividad, pueden iluminar una brevísima sospecha que nos permite con sorpresa y la mayor confianza, reconocerlos. Esta descripción lo único que asiste, es a suscitar lo indecible; lo que difícilmente pueda elevarse desde el "umbral" de lo cierto, si no fuera porque de alguna forma, y cada uno descubrirá cuál fuera, alcanzamos a relacionarlo con una nota de afecto, con nuestro propio trabajo con ellos; El relato es el reflejo mínimo, fugaz, de un aliciente que haciendo aportes de identidad, localiza nuestro propio presente. Por ésto, no me preocupa el hecho de leer el libro al revés. Ninguna seguridad; sólo sinceridad, trabajo y más sinceridad. Pero interior; porque la otra tampoco necesita de su ayuda. Cuando hablamos de LA PATRIA, también decimos LA MADRE PATRIA; y también por una simple cuestión de autoestima podríamos decir: EL PADRE MATRIA, EL PADRE MARTIR o EL PADRE MARTIRIZA, y tántas cosas más por el estilo, que naturalmente por más que parezca y sea el juego indisoluble del hombre y su mujer, descubren en la palabra PATRIA, el clamor de todos los clamores, el anhelo de todos los anhelos, de todos los tiempos y géneros sentidos. Es un núcleo de afectividad, de identidad tan formidable, que si no fuera natural, innato, difícilmente podría eso que llamamos a veces limitadamente "cultura", nutrirlo en situaciones deficitarias. Paradojal, el sentimiento PATRIO, como todos los más profundos sentimientos, se agiganta en las condiciones más deficitarias. Esto señala que adentro nuestro está la raíz PATRIA; y que esa raíz está viva suscitando nuestras elecciones, nuestra sinceridad, nuestra prudencia, nuestras valoraciones, nuestros esfuerzos, y sin duda nuestra permanencia. La permanencia no es mera tozudez. La permanencia es aquella instancia que más facilita la identificación de nuestros afectos; y es freno a "ismos" e ideologías, que por cierto también movilizan, pero siempre a lejanías. Existir implica lejanía; tanto como persistir, resistir, consistir, insistir, asistir, "cercanía"; y en todos ellos el hombre y la mujer sus esfuerzos elevan; y esa elevación, eso sí es "historia". De éstos que permanecieron conversaré por una simple cuestión: estaba emocionalmente comprometido con la familia "de la Cruz", y estos largos 100 años que adicionalmente me regalan, confirman su presencia y sentimientos por este lugar. Como siempre, son los agrimensores los que traen la información. Durante los siglos XVII, XVIII y XIX, se realizaron repetidos trabajos de mensura en la zona; judiciales y extrajudiciales. Y más allá de los compromisos a que arribaban, dejaron en claro que algo extraño durante un cuarto de milenio se había ocupado de complicar todas las mensuras. En 1863, el agrimensor D. Pedro Vico relata: Hasta ese entonces el desplazamiento del polo magnético no había sido considerado, y menudos llegaron a ser los problemas, sobre todo considerando parcelas de 500 mts. de frente, por 7,5 Kms. de largo. Sólo la buena voluntad y la conciliación durante siglos, permitió sobrellevar estas limitaciones. Aunque siento que citar a aquellos que no logro identificar con otros, acrecienta los riesgos de que todos queden dispersos. En el siglo XVII el dueño de todas estas tierras, al menos desde el Pinazo hasta las suertes del Reconquista era el bien conocido Gral. Miguel de Riglos. Riglos era propietario también de las tierras del otro lado del arroyo. Pero he limitado por el momento mi búsqueda y mi relato, a esta tierra y su entorno inmediato. Un informe de 1828 señala, que hasta 1712 Riglos había vendido 3.000 varas de frente sobre la Cañada de Escobar, hoy Pinazo, por unos 18 km de largo hasta alcanzar las suertes del Reconquista, antiguamente río de las Conchas: Este deslinde tenía un mojón referencial en la llamada Isla de Escobar, a la altura de Maquinista Savio. Luego otras 2.000 varas hacia el SO a Diego Gonzalez, Ramón Vallejo y Juan P. Torres. Tanto las de C. Velasco como las de D. González, pasarán luego a manos de Ramón Beliera (en total 1.361 varas), siempre con fondos que llegaban hasta las suertes del Reconquista. Antes de Beliera fueron los hermanos Mateo, Bernardo y José López, bisnietos de Daniel González.
El 11/8/1712 Miguel de Riglos dona al Gral. Manuel de la Cruz (Registro 2 de Escribanos fs. 171, AGN), 2.000 varas de frente a la Cañada de Escobar con fondos hasta las suertes del río de las Conchas. Luego en 1757 su hijo Diego de la Cruz, antecesor de aquel Diego Cruz que volvemos a encontrar 100 años después, vende parte de su heredad; ésto es: las tierras de cavezadas, hacia el SE, a Florencia Melo. Aclaro ésto de suertes, cavezadas y sobras de un río. Pero los Cruz permanecen en las suertes de esa misma fracción original donada por Riglos; y en el informe del agrimensor José de la Villa, de principios del siglo XIX, aparecen Brígida Cruz y sus hijos Patricio y Pedro Hernández como sus titulares. Estas son las tierras que hoy ocupa el Highland Park y parte de mis vecinas, que fueran de la Sociedad Rural y hoy lo son de Ayres del Pilar. A la muerte de Riglos, Fermín de Pessoa albacea testamentario de Riglos continúa las ventas al SO de las tierras contiguas donadas a Manuel de la Cruz. Y es así que el 30/10/1746 Pedro Cordero y Domingo Silva compran a Pessoa 400 vs. de frente al Pinazo por legua y media de fondo (suertes). Tierras que luego pasarían a los Hernandez, sus vecinos, hijos de Brígida Cruz. Éstas son la otra parte de las tierras que hasta hace pocos meses pertenecieron a la Sociedad Rural; hoy Ayres del Pilar Otro tanto, repetimos, provenía de la parcela original donada por Riglos a Manuel de la Cruz. Fallece Pessoa y compra las tierras sobrantes al SO de Cordero, Manuel Pinazo. En 1765 vende Pinazo a Silverio Roldán, 1.400 vs. de frente a la Cañada de Escobar, con fondos hasta las suertes del río Las Conchas. Éste es el terreno que en 1806 compró Manuel Antonio González, luego de Paula Estrada de Piñero. Posteriormente, en 1808 compra a la viuda de Pinazo, Lorenzo López Camelo, quien fuera primer alcalde de Pilar, las suertes de 1.296 vs. de frente por legua y media de fondo que mediaban entre los Cordero y González. Éstas son las tierras que el 20/9/1810 compra Eugenio Cruz, en las que hoy se localiza Del Viso; y también hacia el NO, el lugar donde con ésta y otras memorias habito. Al SO de Paula Estrada de Piñero seguían las tierras que aún conservaban los Pinazo. En los planos del Agr. Pedro Pico aparecen ubicadas 17 viviendas de descendientes de Manuel de la Cruz, a distancias no inferiores a 1.000 mts. entre sí y no superiores a los 6,5 Km; en tierras que rondaban los 40 km2. Parte de su heredad, que al menos en el caso de mis parcelas, conservaron hasta 1936. Ésto es: ¡242 años! Experiencia de permanencia, que ciertamente en los tiempos que corren, jamás soñaríamos que formaran parte de nuestras vivencias. Pero aun así y tal vez por eso mismo, por lo extraordinario, rescato. Intentaré averiguar el motivo de la donación que Riglos hiciera a Manuel de la Cruz con tan buenas consecuencias; y si encuentro respuestas continuaré este relato. Francisco Javier de Amorrortu Ir a la siguiente . . . volver a la anterior . . . al Index . . . al archivo de Geodesia
|